lunes, 16 de septiembre de 2013

El señor Ruiz



¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo llevo así? Estoy en una cama y no puedo moverme. Todo está oscuro. Claro que está oscuro, si no puedo abrir los ojos. Hago esfuerzos pero todo lo que consigo es que me tiemblen los párpados. Así nadie se percatará de que he vuelto. Pero ¿vuelto, de dónde? Debo estar en un hospital, seguramente en la UCI. Oigo el ronroneo de máquinas y algún que otro pitido. Son las máquinas que me mantienen conectado con la vida, ese cordón umbilical que mantiene unido al enfermo terminal a este mundo. Pero ¿acaso me estoy muriendo? Me siento bastante bien si no fuera porque no puedo dar señales de vida.

¿Quién soy y cómo he llegado hasta aquí? No puedo recordar nada. Si por lo menos pudiera comunicarme, hablar con alguien, me dirían quién soy y qué me ha ocurrido.

Hay gente a mi alrededor, les oigo andar y susurrar. Deben ser médicos y enfermeras. Si al menos pudiera mover un dedo. Tranquilo, todo es cuestión de tiempo. ¿Y si sólo es una pesadilla y despertaré en cualquier momento? Pero es tan real…

A ver, piensa, haz un esfuerzo. Algo tienes que recordar. Tranquilízate. Cuanto más te estreses peor. Piensa, piensa.

Debo haberme quedado dormido o inconsciente porque no sé si los que están en coma, porque es eso lo que me ocurre, digo yo, duermen. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde ese primer momento de lucidez? ¿Un día, dos? Quién sabe. Quizá han pasado meses y  a mí me han parecido segundos.

Si estoy en coma es que he sufrido un accidente y eso debería darme alguna pista. Pero puede ser que haya sufrido, yo qué sé, una hemorragia cerebral, por ejemplo. Algo traumático, desde luego. Pero eso tampoco arroja ninguna luz. Luz, eso es lo que necesito. Sigo en la oscuridad más profunda. Pero al menos me da la impresión de que mi oído está más despierto pues oigo claramente esas voces que me rodean y que espero que algún día se dirijan a mí.

He vuelto a perder el conocimiento pero me da la sensación de que cada vez que lo recobro estoy más lúcido. Esto pinta bien. A este paso, de un momento a otro podré abrir los ojos y quizá incluso balbucear algo coherente.

He tenido un sueño extraño, una pesadilla. Veía unas caras que se burlaban de mí. Un hombre y una mujer. Y esas caras me resultaban conocidas, sobre todo ella. Esa cara, ¿dónde la habré visto?

Espera, espera. ¡Claro, eso es! Estoy casado. Bueno, casado o que tengo pareja. Sí, sí, era mi mujer, o mi pareja, o mi novia. ¿Y él? El caso es que su cara también me resulta familiar. ¿Por qué se burlarían de mí? Yo estaba en el suelo, tendido boca arriba, y no me podía mover. Quería levantarme pero algo me lo impedía. Sentía un tremendo dolor en la cabeza. Extendía mis brazos para que me ayudaran a levantarme pero me dejaban allí tirado. Esto debería ser una pista, pero no sé qué significa en realidad. Los sueños, si es que ha sido un sueño y no una alucinación, a veces no resultan fáciles de interpretar, no significan lo que crees a simple vista. Pero éste, parecía tan real…

Tengo la boca muy seca. Deben haberme puesto una vía para mantenerme hidratado pero tengo mucha sed. Me duele el dorso de la mano; debe ser la aguja. ¡Me duele! ¡Lo siento! ¡Eso es estupendo! Y tengo un dolor de cabeza que va en aumento. No sé si habrán puesto algún analgésico en la botella de suero o si me tendrán sedado pero el caso es que siento dolor y no puedo decir nada. Ni siquiera puedo abrir la boca.

Es desesperante estar así, sin poder hacer ni decir nada, esperando los acontecimientos. Se me hace eterna la espera aunque he perdido la noción del tiempo.

Alguien se acerca, me toca, remueve las sábanas, me levanta los párpados, se va. Mis pupilas todavía no deben reaccionar a la luz, de lo contrario, hubiera dicho o hecho algo en lugar de alejarse sin más. ¡Qué suplicio! Paciencia, paciencia, no te pongas nervioso que puede ser peor.

Alguien más se acerca. Son dos personas, no, parecen tres. Oigo una voz de mujer pero no logro entenderla, todavía está demasiado lejos para oír bien lo que dice en voz baja. Si se acerca más creo que lo lograré.

-¿Así que han notado un pequeño cambio? –dice la mujer.
-Bueno, algo insignificante pero es buena señal –contesta una voz de hombre, seguramente un médico.
-Pero ¿están seguros de ello? –insiste ella.
-Bueno señora –le contesta el interpelado-, no hay nada totalmente seguro en medicina pero le repito que todo parece indicar una leve mejoría. Debemos ser pacientes y esperar acontecimientos.

Y dicho esto, se oyen unos pasos de alguien que se aleja y cuando esos pasos dejan de escucharse, la misma voz de mujer dice:

-No, si todavía resultará que va a salir de ésta y, si es así, tendremos que hacer algo pero no puede recuperar la memoria y menos el habla.
-Shhhhh –dice una voz-, calla mujer, ¿no ves que nos puede oír? –añade la que ahora resulta ser una voz de hombre.
-¿Cómo quieres que nos oiga si está en coma?
-¿No has oído decir que, aún en coma, puede ser que oigan? Y con lo fuerte que siempre ha sido tu marido, no me extrañaría que pueda hacerlo.
-¡Tonterías! Venga, vámonos, tenemos que pensar en algo y rápido.

¿Tu marido? ¿Se refería a mí? Pues claro, a quién si no. Así que estaba en lo cierto. Estoy casado y esa era mi mujer. ¿Y ese quién sería? ¿Un amigo? ¡Su amante! ¡Eso es! Empiezo a comprender. Quieren asegurarse de que no salga de esta. ¿Tendrán algo que ver con que yo esté en coma? Seguro. Eso es lo que esa pesadilla intentaba decirme. Si recordara algo…

¿Cuánto tiempo habrá pasado? Creo que he vuelto a perder la consciencia pero no recuerdo haber soñado.

Lo veo todo borroso. ¡Veo! ¡Por fin veo! Pero todavía no puedo mover la cabeza. Al menos puedo parpadear. Podré contestar con un sí o un no con uno o dos parpadeos. Espero que se les ocurra una cosa así. Pero no sé qué les puedo contar con un sí o un no. Pero algo es algo. Después de esto quizá vaya recuperando, poco a poco, movilidad o pueda articular algunas palabras. Ojalá sea rápido, antes de que vuelvan esos dos porque lo que está claro es que no tienen buenas intenciones.

Alguien se acerca, está a mi lado. Que me mire, por Dios. Se va. No, vuelve.

-Doctor, doctor, ¡ha abierto los ojos!

¡Vaya, por fin! Alguien se acerca al trote.

-Señor Ruiz, ¿me oye usted?
-Parece que le entiende, doctor.
-No lo sé pero parpadea.
-Sí, y mucho. Quizá nos quiere decir algo. ¿Por qué no le repite la pregunta?
-Señor Ruiz, ¿me puede oír?
-¿Ve doctor?, ha vuelto a parpadear. Nos contesta de este modo, lo he visto en las películas, un parpadeo sí, dos parpadeos no.
-Sí que ha visto usted muchas películas, enfermera.
-A ver señor Ruiz, si me entiende conteste sí con un parpadeo y no con dos.
-Pero doctor, si no le entendiera no podría contestarle de ningún modo. ¿Nos puede oír señor Ruiz?
-¡Enfermera, aquí las preguntas las hago yo! ¿Nos puede oír señor Ruiz? Un parpadeo es que sí, dos es que… Bueno, ¿nos puede oír sí o no?
-Doctor…
-¡Cállese enfermera! ¡Estoy preguntando yo!
-Pero, doctor, es que el pobre hombre no para de parpadear. Debe estar diciendo sí, sí, sí. ¿Verdad señor Ruiz? ¿Ve, doctor?, ha parpadeado una vez.
-Muy bien, parece que nos entiende. Pero para salir de dudas, ahora deberíamos preguntarle algo para que diga que no.
-¿Cómo qué?
-Pues, por ejemplo, si se encuentra bien.
-Cómo va a decir que sí si el pobre hombre está hecho polvo. Claro que igual no siente dolor alguno.
-De todos modos, vamos a ver. Señor Ruiz, ¿se encuentra bien?
-No creo que haga falta gritarle doctor.
-Mmmmm

Aunque no siento absolutamente nada, como bien dice esa enfermera tan simpática, y por cierto muy mona, voy a contestar que no con dos claros parpadeos para que ese viejo carcamal, que no sé cómo le dieron un título, se convenza de una vez por todas de que le puedo entender.

-¿Ha visto usted doctor? Ha parpadeado dos veces.
-Sí y parece que ha dicho que no se encuentra bien.
-¿Parece? Si ha parpadeado dos veces clarísimamente.
-Pues eso, que no se encuentra bien. Bueno, señor Ruiz, no se apure que poco a poco, irá recuperándose. Ahora procure descansar. Pero debe tranquilizarse. Todo a su debido tiempo. Ahora voy a telefonear a su señora para informarla de que usted por fin ha abierto los ojos. Seguro que se alegra muchísimo, la pobre.

Pues no me ha servido de mucho abrir los ojos. Hubiera sido preferible haber podido hablar sin ver que ver sin poder hablar. Si existiera un lenguaje de los signos, como un código Morse pero a base de guiños y parpadeos…

Voy a intentar dormir un poco, a ver si así la próxima vez que me despierte he recuperado alguna facultad más.

Vaya, parece que ya puedo mover la cabeza. Al menos ahora ya podré decir si y no sin tener que parpadear. Y un poco los dedos de las manos y de los pies. Los de los pies no me sirven para nada pero con los de las manos puedo hacer algún signo, como señalar o decir que se acerquen. Pero ¿qué voy a señalar? Y si se acercan ¿qué les voy a decir? Si supiera el lenguaje de los signos para sordomudos… pero aunque lo supiera, creo que necesitaría las dos manos porque he visto que hay palabras que se expresan con las dos manos a la vez. Bueno pero no es el caso. Tendré que pensar en otra cosa.

Espera, espera, ya sé qué pasó. Bueno, no exactamente, pero recuerdo que estaba en casa con mi mujer, esa que estuvo antes o ayer o cuando fuera que vino. Llamaron a la puerta y apareció un tío que nunca antes había visto pero que conocía a mi mujer y ella a él pues se saludaron amigablemente. También recuerdo que discutimos pero no sé por qué y que la discusión fue muy desagradable, recuerdo gritos y diría que también empujones y luego…luego…nada. Se me ha borrado completamente ese recuerdo pero no hace falta ser un lince para adivinar lo que ocurrió. Esos dos son amantes, esto está claro, y quisieron quitarme de en medio. Fuese como fuese como me atizaron o como me atizó él, porque debió de ser él, el caso es que les ha salido mal y aquí estoy, vivito y coleando. Bueno, vivito sí pero coleando… Pero todo a su debido tiempo, ya se enterarán esos dos de lo que vale un peine cuando pueda contar a la policía lo que me han hecho. ¡Asesinos!

¿Y si aparecen antes de que pueda delatarlos? ¿Y si vuelven para acabar su “trabajo” antes de que pueda hablar? ¡Seguro que vuelven y pronto! En cuanto ese médico le diga a mi mujer que he abierto los ojos, los tengo al pie de la cama para finiquitarme. Por cierto, ¿cómo se llama mi mujer? ¿Cómo no puedo recordar una cosa así? Si no logro recuperar del todo la memoria, no me van a creer, pensarán que desvarío. Ni siquiera recuerdo mi nombre de pila y si sé que mi apellido es Ruiz es porque se lo he oído a la enfermera y al médico que me atienden. Me suena que empieza por... No hay forma. Lo dejo, pues me estoy poniendo nervioso y mi cabeza parece que me va a estallar. Ya lo recordaré.

¡Están ahí! ¡Han venido! ¡Y yo aquí, sin poder hacer ni decir nada! ¡Estoy en sus manos! ¡Al menos, que venga alguien, que no me dejen solo!

-¡Juan, querido! ¡Por fin has vuelto con nosotros!

¡Juan! ¡Eso es! Me llamo Juan.

-Hola Juan, ¿qué tal estás amigo?

¿Amigo? ¡Amigo de qué! ¡Canalla ¡Tengo que llamar la atención de alguien! Tengo que moverme, tengo que gritar, cueste lo que cueste.

-¡Pero qué haces, Juan! Estate quieto, tranquilo. ¿Qué quieres? ¿Qué te ocurre, cariño? Por favor, Antonio, ve a llamar a una enfermera o a quien sea.

¿Antonio? ¿Antonio? ¿De qué me suena ese nombre? Ehhhhhhh! ¡Por fin! Alguien viene. Estoy a salvo pero ¿durante cuánto tiempo?

-¿Qué ocurre aquí?
-No lo sé, doctor Bohigas. No sé qué le ocurre. De pronto se ha agitado, ha empezado a mover los brazos y las piernas y me ha mirado como si viera a un fantasma y ha intentado gritar. ¿Qué le ocurre, doctor?
-Tranquila señora Ruiz. Suele ser normal que cuando un enfermo despierta del coma después de tanto tiempo sufra una agitación debido a que su cerebro empieza a procesar mucha información y se le agolpan las sensaciones y eso genera una especie de estado de shock. Déjenme a solas con él. Voy a intentar tranquilizarlo.

Menos mal. Se van. He ganado esta batalla. Tengo que hacerme entender aunque no sé si ese viejo chocho será capaz de entenderme. Tengo que hablar, como sea. Ehhhhh…

-Tranquilo, hombre, no se apure, todo va bien. Ya verá cómo poco a poco se irá recuperando pero no se esfuerce demasiado pues puede ser contraproducente. Piense que está en buenas manos.

Sí, seguro, en buenas manos. Ehhhhh…

-Shhhh. Tranquilícese, señor Ruiz. Con esa conducta, preocupará a su mujer y la pobre ya tiene suficientes motivos para estar preocupada. Mire, le voy a contar lo que vamos a hacer: Primero lo que tiene que hacer es ponerse bien para pasar a planta. Luego, cuando le dé el alta, le trasladaremos al sanatorio y allí verá cómo le atienden bien. Tiene que dejarse ayudar. Todos queremos ayudarle, ¿me entiende señor Ruiz?

¿Al sanatorio? ¿Qué sanatorio? Eh, oiga, no se vaya. Ehhhhh…

-¿Doctor? ¿Todo va bien?
-Sí, sí, señora Ruiz. Todo bien.
-¿Qué le ha dicho, doctor?
-Vamos a tomar un café y charlamos un momento.

¡Se van! ¿Estará ese viejo idiota conchabado con esos asesinos? No entiendo nada. Primero me quieren matar y ahora quieren encerrarme en un sanatorio. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué puedo hacer? Estoy completamente solo. Nadie puede ayudarme. Ahí vienen unas enfermeras. Tengo que llamar la atención. Ehhhhhh…

-Desde luego es todo un caso.
-¿Por qué, qué le ocurre?
-Pues, según me han contado, al pobre hombre le diagnosticaron una esquizofrenia paranoide. De la noche a la mañana se desquició y se volvió agresivo. Su mujer quería ingresarlo pero no sabía cómo hacerlo para que él lo aceptara sin violencia. Y, al parecer, el día en que se presentó en su casa su psiquiatra, ese hombre tan guapo que siempre la acompaña, para hacerle entrar en razón, se puso hecho una furia e intentó agredirlos. Dicen que tomó una escopeta de caza que tenía en el armero y los amenazó con matarlos si le ponían un dedo encima.
-¿Y cómo acabó en coma?
-Pues su mujer contó a la policía que el psiquiatra intentó arrebatarle el arma pero que, en el forcejeo, se disparó accidentalmente y la bala le dio en la cabeza, a bocajarro. Todavía no se explican cómo puede seguir vivo.
-¿Y vivirá?
-Parece que sí pero no creen que llegue a hablar. Oí el otro día comentar al doctor Bohígas que lo más probable es que no llegue a recuperar la memoria y, por lo tanto, nunca recuerde lo que pasó.
-Vaya. ¡Pobre hombre!

¿Qué están cuchicheando esas dos? No llego a entender lo que dicen. ¿Hablarán de mí? Creo que sí porque la más bajita no para de mirarme de refilón y con una cara de pena que no puede con ella. Si pudiera llamar su atención. Ehhhhhh…

-Shhhh. No se mueva tanto, señor Ruiz, que se va a arrancar la vía. Tranquilícese e intente dormir un poco.

¿Dormir un poco? ¡Cómo voy a dormir si no sé lo que están tramando esos! Ahí vuelven. Esta vez voy a hacerme el dormido, a ver qué dicen de mí.

-¿Tú crees que va a salir bien? ¿No hubiera sido mejor solucionarlo como habíamos dicho en un principio?
-Que sí. Ya te he dicho que todo está arreglado. ¿Cómo van a sospechar? No podemos acabar con él aquí. Es demasiado arriesgado. En cambio, mi plan no puede fallar. Soy psiquiatra y eso lo hace todo creíble. Ya he arreglado su ingreso en ese sanatorio mental del que no saldrá jamás. Ya has oído al doctor Bohígas, nunca volverá a hablar y, muy posiblemente, a recordar lo que realmente pasó. En su estado, dudo mucho que pueda siquiera sujetar un lápiz. Y, en todo caso, ya me encargaré yo de eso. Lo tengo todo controlado.
-Ojalá tengas razón.
-Claro que sí, cariño, ya verás cómo sí. Anda, vámonos que tengo que acabar de formalizar el ingreso.

Ehhhhhh…Ahhhhhh….



2 comentarios:

  1. ¡Tremendo, Josep!
    ¡Es toda una novela negra!
    Qué bien lo has llevado, paso a paso, cómo te metes al lector en el bolsillo.
    Pero me da pena el pobre señor Ruiz...
    Un abrazo.

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    1. Gracias Fefa. Es todo un halago recibir este comentario de quien, como tu, tiene mucha más experiencia en el arte de escribir.
      Sí, al pobre Sr. Ruiz le espera un futuro muy sombrío.
      Un abrazo y pásate por aquí siempre que no tengas nada mejor que hacer.

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