viernes, 13 de diciembre de 2013

Viernes 13



Nunca había sido supersticioso, tanto me daba un día, un número o un color como otro cualquiera, hasta que esta mañana, me ha ocurrido algo que no puedo interpretar como casual.

Para empezar, me he despertado más tarde de la cuenta al no haber sonado la alarma del móvil pues éste se ha quedado sin batería; por lo visto, no me acordé de ponerlo a cargar antes de acostarme, como siempre hago. Esto, por sí solo, no sería alarmante ni indicativo de mala suerte si no fuera porque ha sido el desencadenante de todo lo demás.

He tenido que ducharme con agua fría, pues no ha habido forma de que saliera ni una maldita gota caliente, ni siquiera templada y no he podido perder ni un minuto más para intentar solucionarlo. Demasiado tarde para entretenerme con esa minucia. Luego, con las prisas, me he puesto los calcetines de distinto color, aunque me he percatado a tiempo, casualmente, al volver a mi habitación para cambiarme de camisa, la que me he manchado con el café con leche. Todo por culpa de los nervios. Llegaba tarde a la reunión.

Por si fuera poco, no sé que le ocurría al ascensor que tardaba una barbaridad para llegar hasta mi planta, la 13 –para este edificio no hay superstición que valga-, y he tenido que bajar corriendo por las escaleras, torciéndome por ello un tobillo al dar un traspié, me he caído y se me ha abierto el maletín desparramándose toda la documentación por el descansillo que, por cierto, ha quedado hecha un asco.

Cuando, por fin, cojeando y maldiciendo mi mala fortuna, he llegado al vestíbulo, no he visto el dichoso letrerito amarillo avisando de que el suelo estaba mojado y he pegado un resbalón que por puro milagro no me he roto el espinazo.

Pero todavía faltaba la traca final pues, corriendo, cojeando y con el culo dolorido por el trompazo, al ir a cruzar la calle, un taxi ha salido de la nada, me ha embestido y me ha lanzado por los aires sin darme tiempo a entender lo que estaba ocurriendo.

Y aquí estoy, arropado con vendajes y escayolas, tumbado en una cama de la habitación 1313 del Saint Thomas Hospital.

Y es que, cada vez que vengo a Londres, nunca me acuerdo de que, para cruzar la calle, hay que mirar a la derecha.

Supongo que alguien llamará al Lucky Friday Hotel para decirles que estaré unos días sin aparecer. Mala suerte la mía.

3 comentarios:

  1. Jajaja, muy bueno y muy entretenido tu relato. eso de tener que mirar a la derecha me ha hecho mucha gracia.
    Un gusto volver a leer tus escritos.
    Un abrazo y Felices Fiestas.

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  2. Muchas gracias, mi fiel lectora. Quería darle al viernes 13 un toque de humor.
    Que pases también unas felices fiestas.
    Un abrazo.

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