sábado, 11 de enero de 2014

Andrea (al fin libre)



Me sabe mal disgustar de este modo a mi familia pero cada uno es como es, qué le vamos a hacer, o es que, por ser familia tenemos que seguir los pasos de nuestros predecesores y antepasados. Pues no, cada uno debe trazarse su propio camino en esta vida.

Agradezco a mis padres todo lo que han hecho por mí y todos sus desvelos por protegerme y por ayudarme a ser un adulto seguro de mí mismo. A diferencia de mis hermanos, yo he podido ir a la escuela y al instituto, y ahora, si quisiera, podría ir a la Universidad. Pero una cosa es el agradecimiento y el cariño que siento por ellos y otra muy distinta es seguir sus pasos, sus dictados, hacer lo que ellos quieren que haga y ser lo que ellos quieren que sea.

Soy un ser libre y siempre lo seré y no me importa lo que digan los demás de mí. Bueno, un poco sí que me importa pero cada vez menos pues ya soy lo suficientemente mayorcito como para saber lo que más me conviene. Nunca, hasta ahora, había tenido las ideas tan claras.

Gracias a mi esfuerzo personal, me he librado de los complejos y ya no me importa tanto como antes el hecho de ser diferente. Antes, cuando mis parientes y amigos más íntimos me miraban de esa forma tan peculiar, desdeñosa, me sentía fatal. Ser distinto me resultaba insoportable, casi doloroso. Pero eso ha cambiado radicalmente, y desde que conocí a Andrea, todavía me siento con más fuerzas para superar el menosprecio al que me someten pues somos almas gemelas y con ella me siento normal por primera vez en mi vida.

A Andrea mi familia no la acepta, como era de esperar, y no porque sea mayor que yo sino por el mismo motivo que a mí, pero lo que más me duele no es el trato que le dispensan sino cómo la miran, que si no fuera porque sé que aun me quieren, casi temería por ella, que le pudieran hacer algún daño para apartarla definitivamente de mí. Pero no se atreverán a mover un dedo contra ella, al menos estando yo delante para protegerla. Pero, qué cosas digo. Si realmente me quieren, tienen que aceptarme como soy y, si me aceptan a mí, tienen que aceptarla a ella. Pero no todo es así de simple.

Dentro de dos semanas cumpliré la mayoría de edad y podré liberarme definitivamente de estas ataduras. Lo tengo decidido, me marcharé para no volver y no volverán a saber de mí, por mucho que me duela y me consideren un mal hijo, un traidor a la familia y a las tradiciones. Para ser feliz sólo la necesito a ella. Con lo que me ha costado ser aceptado por una chica así, no la voy a dejar escapar. Es el sueño de mi vida. Es lo mejor que me ha podido pasar, conocer a la única persona que, sabiendo mi condición y la de mi familia, me quiere sin tapujos  e iría conmigo hasta el fin del mundo. El amor que nos profesamos, que parecía imposible al principio, se ha convertido en algo sólido e incombustible y estamos dispuestos a luchar por él.

Andrea siempre ha querido marchar de este país, huir de sus atávicas costumbres y su cerrada cultura. Pues ahora ha llegado el momento. Está decidido, pase lo que pase. Nos escaparemos juntos y no nos encontrarán.

Como ella vive sola, no le resultará complicado. Para mí, en cambio, no será tan sencillo. Aun así, ya lo tengo todo planeado, no será muy difícil escaparme, sólo debo esperar a que estén todos dormidos.

De día no es muy seguro pues este caserón tiene ojos en todas partes, no en balde somos familia numerosa, siempre hay alguien dormitando en algún rincón. De noche imposible, claro, aunque no andan mucho por casa. Lo mejor será esperar al amanecer, cuando estén de vuelta y se hayan retirado al sótano a dormir.

Espero que sus ataúdes estén lo suficientemente bien insonorizados y no me oigan marchar.

Sólo lamento el dinero que se gastaron con mis implantes caninos. Y encima pretendían que le hincara el diente a la pobre Andrea.




 
 
 

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