viernes, 8 de septiembre de 2017

El escritor


Pedro Martínez López era un escritor, perdón, es un escritor, aunque novel, eso sí, condición que permanecerá inalterable hasta que no logre publicar su primera y grandiosa novela. Si he patinado con el tiempo del verbo ser se debe a que el pobre está en paro, no ejerce desde hace ya bastante tiempo, esperando el veredicto de alguna de las cincuenta y nueve editoriales a las que envió su manuscrito. No quiere dar el siguiente paso, es decir escribir su nueva novela, la que tiene en mente desde que terminó su Opera prima, hasta que no vea cumplido su sueño, ese que le confirmaría lo que ya sabe: que es un escritor, y de los buenos.

Hombre meticuloso, tras dos años de arduo trabajo, revisó el manuscrito más de veinte veces. Y no conforme con ello, se lo dejó leer a Genaro, un fiel compañero de letras y gran amante de la buena literatura. La revisión lectora de su amigo, tan escrupuloso o más que él, le obligó a realizar varias correcciones, hasta que ambos, autor y lector-corrector-crítico, quedaron satisfechos.

Aparte de los retoques aquí y allí sugeridos por Genaro, Pedro se vio obligado (aunque reconoció las razones de su amigo) a cambiarse el nombre. Pedro era pasable, pero Martínez López era inaceptable. ¡¿Qué autor que se precie firmaría su obra con esos apellidos?! Así pues, estuvieron cavilando hasta que llegaron a consensuar que un nombre “vendible” sería Peter McGregor. Al menos conservaría, convenientemente anglofilizado (ya sé que este verbo no está reconocido por la RAE, pero permitidme esta pequeña licencia), su nombre de pila. Con esa nueva identidad ya tenía asegurados unos cuantos lectores.

“Tierra de locos” o “Fool’s land” ─ya puestos─, por Peter McGregor, sonaba pero que muy bien. Ahora solo faltaba enganchar a un editor. ¿Qué editor se negaría a publicarle su Opus magnum? Sí, ya sé que la primera obra de un autor no puede ser, casi por definición, la mejor. Los autores, como el vino, mejoran con el tiempo. Pero también ha habido autores famosos de una sola obra.

El caso es que nuestro Peter McGregor, PMG en lo sucesivo, estaba henchido de satisfacción por el resultado de su trabajo. Escribir una novela había sido, desde niño, su máxima ilusión, que solo pudo ver cumplida cuando quedó en el paro, con cuarenta y cuatro años, después de veinte trabajando para la misma empresa. Cuarenta y seis años no era, pues, una edad demasiado avanzada para publicar su primer libro. Mira Chufo Llorens, si no, que empezó a escribir a los cincuenta y seis, y sigue en la brecha con ochenta y pico.

Hacía ya seis meses que había enviado su manuscrito a esas cincuenta y nueve editoriales ─cuyo listado le facilitó amablemente un conocido escritor del vecindario que ya llevaba dos novelas publicadas con bastante éxito─, de las cuales solo doce se habían dignado a responderle con las sempiternas excusas que ese mismo escritor ya le había anticipado: no aceptamos temporalmente ningún manuscrito, o no aceptamos manuscritos que no hayan sido solicitados (¿?), o lamentamos comunicarle que su novela no encaja con nuestra línea editorial, o…

Hubo algunas que le ofrecieron la ventajosísima oportunidad de publicar en coedición y con unas condiciones económicas que “no podía rechazar” (sic) (pero sí denunciar por fraudulentas), y hubo, finalmente, dos que le agradecieron la confianza depositada en su editorial y le pidieron una breve biografía.

¡Una biografía! ¿Cómo podía preparar una biografía (que viene a ser un Curriculum vitae en plan literario) con un nombre anglosajón pero nacido en Vallformosa del Penedès? Pero todo tiene solución, menos la muerte, le dijo su amigo. Y entre ambos prepararon una brevísima biografía adaptada a las necesidades del momento y reconociendo sin pudor alguno que el nombre artístico era simplemente un pseudónimo. Casos más sonados ha habido en la historia de la literatura española. Y si no, ahí está Fernán Caballero, cuyo verdadero nombre era Cecilia Bölh de Faber. ¡Una mujer, ni más ni menos! Claro que este caso era muy distinto pues lo que quiso ocultar no era su nombre, pues bien distinguido que era, sino su condición de mujer en una época en la que escribir era cosa de hombres. Bueno, pues entonces tenemos a Víctor Català cuyo nombre era Caterina Albert. ¡Vaya, otra mujer ocultándose tras un nombre de varón! ¡Ya lo tengo! ─dijo Genaro, tras consultar la Wikipedia─: George Orwell, Mark Twain, Lewis Carrol, hasta Pablo Neruda, son pseudónimos de escritores famosísimos. No hay, pues, nada que temer. Es completamente normal usar un pseudónimo, sobre todo al principio. De todos modos, te aconsejo que cuando seas famoso, que lo serás, sigas utilizando el mismo nombre. No conviene despistar al público ─sentenció el bueno de Genaro.

Y tras superar esta pequeña prueba de fuego, PMG sigue esperando alguna señal, aunque sea de humo, que le indique que alguien se ha fijado en él, o mejor dicho en su maravillosa novela, y le tienda la mano hacia la fama y la posteridad literaria.

La verdad es que, sin que él lo sepa, he leído Tierra de locos y es francamente buena. O mejor debería decir muy buena, siguiendo los consejos de su profesora de escritura creativa quien prácticamente (ay Dios) tenía prohibido a sus alumnos, por inadecuado, usar adverbios terminados en -mente.

Así pues, PMG no anda errado al creer que ha escrito una gran novela con tintes históricos y románticos a la vez, un género híbrido que gusta mucho al personal. He leído un montón de libros en mi dilatada vida y este no desmerece en nada al lado de best sellers como “Los pilares de la tierra”, de Kent Follet, o “Te daré la tierra” del anteriormente mencionado Chufo Llorens, para hacer honor a un autor del país. Por lo tanto, no debería ser descabellado que un editor con gusto literario confiara en el éxito de esta obra. 

Pero mientras nuestro escritor en ciernes se frota las manos, no de ilusión sino de impaciencia, no puede imaginarse lo que ocurre al “otro lado”.

******

─Señor Maldonado, le he dejado en su bandeja de entrada otro manuscrito. Por el matasellos, llegó hace unos meses, pero quedó traspapelado y Julio lo ha encontrado en su cubículo y me lo ha traído ─le dice a su jefe la rubia y escandalosamente atractiva secretaria.
─¿Julio? ¿Quién es Julio, si puede saberse? ─le espeta el susodicho jefe, ayudante del editor de Ediciones Valverde, S.L., sin poder evitar desviar su mirada hacia el provocativo escote con el que hoy le regala la vista.
─¿Qué quién es Julio? Pues el chico de los recados y el que reparte la correspondencia, ese que usted mismo contrató porque era el sobrino de…
─Sí, sí, sí. Ya sé, ya sé. Gracias, Marisa, puede retirarse ─y, una vez esta ha dado media vuelta, le mira el contundente trasero. ¡Qué buena que está la tía!, piensa. Si no fuera porque…

En esto estaba cavilando ─el si no fuera porque…─ cuando suena el teléfono, sobresaltando al ocupadísimo ayudante del editor.

Es el Sr. Valverde, su jefe, que, preocupado, le conmina a que encuentre nuevas e interesantes publicaciones, pues las ventas, no sé si se ha dado cuenta, han menguando sustancialmente en lo que llevamos de año.

─Necesitamos urgentemente (vaya con estos adverbios del demonio) un nuevo best seller, señor Maldonado ─le advierte, elevando el tono de voz─. Apremie a nuestros agentes literarios y a nuestros colaboradores a presentarnos obras de calidad. Bueno, ya me entiende usted, quiero decir vendibles, rentables, aunque tengamos que invertir más dinero de lo habitual en promoción. Con la cantidad de políticos, periodistas y famosos que hay por ahí con ganas de publicar no tiene que faltarnos material. Y si no, deles un toque a nuestros autores habituales, algo tendrán entre manos, digo yo.

Y sin darle tiempo a reaccionar, se corta la comunicación seguramente (y dale con estos dichosos adverbios) porque el gran jefe ha colgado sin siquiera despedirse.

Desolado ─¿y ahora dónde encuentro yo a alguien que quiera publicar con nosotros con las ridículas condiciones económicas que ofrecemos?, se pregunta Julián Maldonado─, echa un vistazo a su alrededor, como buscando la inspiración en algún rincón de la estancia, y repara en su bandeja de correo de entrada que, a lo lejos, muestra, sobre una pila de sobres, un paquete que sobresale de forma peligrosa, pues parece estar a punto de caer al suelo desde el borde de la cubeta.

─¡El manuscrito del que me acaba de hablar Marisa! ─y ni corto ni perezoso se lanza a por él.

El paquetito pesa lo suyo. Lo abre. Son ochocientas páginas, ni más ni menos, pulcramente encuadernadas e impresas en Times New Roman, tamaño 12, y en formato DIN A4. Lo firma un tal Peter McGregor. Sin duda un autor novel.

─Y ahora ¿a quién se lo doy a leer, a quién le endoso este mamotreto? ─se pregunta.

Al poco, el manuscrito reposa sobre el escritorio de don Manuel Fonseca, su lector editorial de confianza, ese cascarrabias que, por naturaleza o edad, no encuentra nada bien. ¿Dónde han ido a parar aquellas gloriosas plumas que elevaron a nuestro país hasta la cima de la Literatura Universal?

Don Manuel, como así le llaman, es un políglota capaz de leerse hasta un manuscrito en arameo de mil páginas en un fin de semana. Se lleva el trabajo a casa, que es donde puede leer con la tranquilidad que requiere su importantísimo trabajo. Todas sus valoraciones han acabado en éxitos editoriales. No ha habido libro publicado en “su casa”, como suele llamar a la editorial en la que lleva trabajando toda su vida laboral, que no haya pasado por la “censura” de sus expertas manos. Todos los autores han debido doblegarse a sus exigencias. Incluso el título de más de una obra ha sufrido una total transformación tras pasar por su filtro. Pero todos se lo han acabado agradeciendo. Para eso está su buen ojo crítico, su gran calidad como corrector de estilo y, sobre todo, su dilatada experiencia en el mundo editorial, aunque solo sea en una de las editoriales del país, y no precisamente la más boyante.

Tiempo atrás, la avalancha de manuscritos que llegaban a “su casa” le tenían muy agobiado y no daba abasto, pues solo eran dos los revisores de que disponía Ediciones Valverde, S.L. Con la jubilación de don Eusebio, su otro compañero de fatigas, se ha quedado solo en este menester. Claro que ahora el volumen de trabajo ha disminuido muchísimo, pues solo reciben bodrios literarios, como él los llama, salidos de la mano inexperta de niñatos que, porque hilvanan una frase detrás de la otra sin cometer faltas de ortografía, ya se creen escritores. Solo con leer su historial o carta de presentación ya sabe de qué va el percal y donde deben ir a parar esos engendros: al archivo definitivo, como él llama irónicamente a la papelera.

Cuando don Manuel vuelve a su despacho tras la breve pausa para el café ─y el cigarrillo, que se fuma en la pequeña terraza contigua a la sala de reuniones─, se encuentra con un bulto sobre la erosionada superficie de madera que conforma su mesa de trabajo. Se sienta, se pone sus gafas, toma con cierta aprensión ese volumen ─muy bien encuadernado, eso sí─ que ya adivina qué contiene y que una mano anónima le ha dejado. Una vez en sus manos, comprueba que es, como suponía, un manuscrito para revisar. Al menos que sea una obra que merezca la pena, se dice. Empieza por el título: “Tierra de locos”. Nada que objetar. De momento. Habrá que ver de qué trata y si ese título es conveniente o no. A continuación lee el nombre del autor y sus cejas ascienden hasta casi rozar su flequillo a lo monje franciscano. ¿Peter McGregor? ¿Y quién coño es ese?, se dice de nuevo, ahora en voz alta, provocando que todos los presenten alcen la mirada en busca de algún intruso que haya entrado sin permiso en sus dependencias.

Tras aclarar el entuerto y saber, por boca de su jefe, don Julián ─el Don es un trato inapelable entre colegas literarios de altos vuelos─, que se trata de una encomienda ─una mentirijilla sin otra intención que la de “ayudarle” a colaborar amablemente─ del mismísimo señor Valverde ─este perdió hace tiempo al derecho a usar el título de Don─ que está especialmente, digo muy interesado, en conocer las posibilidades de publicación de ese manuscrito que bla, bla, bla.

Pues bien, don Manuel ya tenía trabajo extra para ese fin de semana, como era habitual en él en esas lides. Sin embargo, no le resultaba muy halagüeño sacrificar unas horas de asueto leyendo a alguien que sin duda utilizaba el ridículo nombre de Peter McGregor como pseudónimo. Seguro que se trataba de un escritor de medio pelo con ínfulas de gran autor o bien un recomendado del señor Valverde o, peor aún, de don Julián, muy dado a otorgar favores a amigos, vaya usted a saber a cambio de qué.


En fin, pronto saldría de dudas sobre el supuesto valor de esa novelita del tres al cuarto. ¡Tierra de locos! Vaya título, aunque, a decir verdad, tiene mucho de realidad. Mejor hubiera sido titularla “Mundo de locos”. De cualquier forma, el lunes siguiente presentaría su crítica literaria sin cortapisas. Si supiera ese McGregor que su futuro, al menos el inmediato, como escritor publicado estaba en sus manos se pondría a temblar.

CONTINUARÁ...



26 comentarios:

  1. Josep Mª, me parece muy interesante. Tal vez, por el hecho de que todos los que nos dedicamos a escribir, hemos pasado por la experiencia de tu Peter McGregor. El escogió un seudónimo escoces, yo uno irlandés…Jajaja. Deseoso quedo a la espera del siguiente capítulo.
    Un saludo

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    1. Muchas gracias, Oscar, por tu amable comentario.
      Los escoceses y los irlandeses han compartido algo a lo largo de la historia: ambos han sido bastantes díscolos e inconformistas. No sé si tu lo serás pero mi amigo Pedro lo es un poco, jajaja. Veremos si la fortuna le acaba sonriendo al pobre.
      Un abrazo.

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  2. A mí me ocurre como a don Manuel, que mi predisposición hacia la novela de un tío que llamándose Pedro Martínez se hace llamar Peter McGregor no es muy favorable.
    Un abrazo.

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    1. Jeje. Pues sé de quien lo hizo por exigencias de la editorial.
      Un abrazo.

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  3. ¡¡¡¡Ayyyyy no nos dejes así!!!! Qué dura es la literatura para los escritores noveles o los que no somos Belén Esteban o Terelu, que ni escriben ellas pero venden más que Vargas Llosa(lo ponía el periódico, es verídico).
    Estoy deseando saber qué pasa.
    Un abrazo.

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    1. Quizá, Gemma, del mismo modo que se dice que tenemos los políticos que nos merecemos, abundan los escritores que escriben para el "pueblo llano", jeje, o los programas basura que aumentan la audiencia de una cadena de televisión.
      Un abrazo.

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  4. En el contenido de la obra está el valor de la misma. El título y el autor son anzuelos con los que enganchar al preciado lector que dará sus parabienes o mandará al infierno al que osó escribir semejante bodrio.
    Promete y mucho este comienzo Mac Claud (Josep. Mª Panadés) A la espero quedo.

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    1. Incluso la imagen de la portada puede ser un atractivo. Las editoriales cuidan mucho tanto el título como la portada. Y la sinopsis, claro. Todo ello puede dar al posible lector una (falsa) idea del contenido. Igual ocurre con los "trailers" de las películas a estrenar. Suelen ser un montaje con las imágenes más atractivas (y a veces engañosas) para atrapar al espectador.
      Muchas gracias, Francisco, por tu comentario.
      Un abrazo.

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  5. Un gran relato sobre las inquietudes que deben de pasar los escritores cuando quieren publicar algo, que sin duda la suerte de que llegue a las manos apropiadas, tendrá muchísimo que ver...
    Me parece un tanto ridículo que un escritor se cambie el nombre, si es desconocido, que más le da.
    Interesante lo has dejado para ver como acaba esto.
    Un abrazo Josep.

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    1. Hola Elda.
      Por lo que sé, de no mediar influencia alguna, enchufismo o algún que otro mérito especial, lograr ver una novela publicada por un autor novel es un "via crucis". De ahí que cada vez hayan más obras auto-publicadas. Las editoriales quieren jugar al caballo ganador y no arriesgar ni un euro en un desconocido.
      En este relato he querido plasmar esas vicisitudes en forma de parodia ácida. A ver qué sale, jeje
      Un abrazo.

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  6. Esta vuelta me ha sorprendido gratamente, me ha gustado mucho tú relato y por lo que han pasar lo que intentan que su novela caiga en una editorial y le de el visto bueno. Desando leer la segunda parte, yo en cuanto solucione una cosa público mi relato, espero que no pase de esta tarde o mañana por la mañana un abrazo. TERE.

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    1. Muchas gracias, Tere. Me alegro que esta tu primera visita a mi blog, tras las vacaciones veraniegas, te haya resultado agradable. Como siempre digo en estos casos, espero que las continuaciones a este relato no os decepcionen.
      Un abrazo.

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  7. A mí eso de anglofilizar el nombre no me parece buena idea, y además en mi caso debería poner Dove Ambush que suena fatal.
    Supongo que muchas de las situaciones que tan bien expones las haces porque las has vivido en primera persona.
    Me gusta esa visión entre bambalinas. Esperaré el desenlace.
    Un abrazo.

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    1. Oye, pues a mí no me resulta tan mal lo de "Dove Ambush", jajaja
      Si yo tuviera que elegir un seudónimo (como he debido hacer en más de una ocasión para participar en un concurso literario) lo haría con un nombre, bien en castellano, bien en catalán, pero no recurriría a uno extranjero. Pero, como le decía a Macondo, la decisión de Pedro me la inspiró un hecho real, como reales son, como bien supones, otras de las situaciones que aparecen y aparecerán a lo largo de este relato.
      Un abrazo.

      P.D.- Solo he utilizado un "nombre artístico" anglosajón en mi adolescencia, cuando formaba parte de un grupo de rock amateur (tocaba el bajo), al igual que el resto de los componentes. Tonterías de juventud. Me hacía llamar Joe Baker (por la similitud entre Panadés y panadero), jajaja

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    2. ¡¡¿Tocabas el bajo en un grupo rock?!! ¡Qué bueno! Eres una caja de sorpresas Josep Mª
      En una ocasión yo también utilicé un nombre anglosajón como alias en un concurso literario, pero no fue por especial querencia a los nombres ingleses sino porque suelo emplear los nombres de brujas famosas y en aquel caso usé el de Alice Kyteler que era irlandesa.
      Así que Joe Baker...

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  8. ¡Hola, Josep! Sin duda, una trama en la que muchos nos identificamos. Jo, en mi caso has clavado tanto la edad en la que terminaré mi novela como los años que llevo en el mismo trabajo, ¡me está dando hasta miedo! Bueno, según se desarrolle me plantearé llamarme Blond, David Blond... ¡Un abrazo!

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    1. Jajaja. Debo haber recibido un mensaje telepático o vibraciones del Cosmo. Espero que te vaya mejor que a Pedro, aunque, a decir verdad, todavía no sabemos qué tal le irá.
      David Blond, jeje. Muy bueno!
      Un abrazo.

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  9. ¡Hola de nuevo Josep! Estupenda primera parte en la que no falta un poco de crítica y buen humor irónico (me ha encantado lo del adverbio -mente, jeje). Estoy segura de que historia parecidas se habrán vivido en más de una ocasión...
    Espero ansiosa siguientes entregas.
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Ziortza. Me alegro que hayas sabido apreciar el tono irónico de mi relato. Y es que las historias que existen detrás de esos esforzados escritores noveles y su afán por publicar son merecedoras de recurrir a la ironía e incluso al sarcasmo.
      Un abrazo.

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  10. Una primera parte fantástica, Josep Maria. El pobre ya podía esperar, eso que se traspapelen los manuscritos, mala cosa, pero con la urgencia de otros, quizás al final si publiquen su obra. Me gusta que cada personaje esté perfectamente definido, logras que los visualicemos perfectamente y nuestro Peter Mcgregor, con tanto ego, casi, casi, no cabe en el relato, :)
    Un abrazo.

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    1. ¿Si repito otra vez perfectamente me toca premio? jeje

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    2. Me alegro de que esta historieta real como la vida misma, aunque en clave de humor, te haya agradado. Yo creo que Peter McGregor, con todo su ego (casi me sale un pareado), tiene madera de escritor. Otra cosa es que los "entendidos" sepan apreciarlo. Ya veremos.
      Y, evidentemente, puedes repetir perfectamente tantas veces como quieras, jajaja
      Un abrazo, Irene.

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  11. Me ha encantado, Josep Mª y enganchado me tienes, jaja. Me he sentido identificado con algunas cosas, aunque tu escritor novel está demasiado seguro de sí mismo. A ver como continua la historia, voy a por el segundo ahora mismo! ; )

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    1. Jeje. Así me gusta, que te enganches. Y espero que sigas enganchado a lo largo de todo el relato.
      Muchas gracias por tu visita y por dejar tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  12. En momentos como este me alegro de llegar tarde con una historia terminada, porque la trama promete.
    Muy buena historia Josep.
    Abrazo!!!

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    1. Hola Mª Jesús. Pues tienes por delante un largo (4 episodios) camino por recorrer, jeje
      Espero que te resulte agradable.
      Un abrazo.

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